Por Isabel Stelling - Julio 2001
El advenimiento al planeta de los llamados Niños Índigo o Niños del Nuevo Milenio, esa nueva raza de seres superespeciales que los distingue muy marcadamente de generaciones de niños anteriores, están llevando a las madres a preguntarse: ¿es mi hijo realmente un niño Índigo? ¿Será que mi hijo es Índigo?
En cuanto las madres conocen acerca de los niños índigo, ellas hacen una evaluación entre la conducta de sus niños y la que se describe como perteneciente a los niños índigo, les surge la duda de sí realmente su hijo lo es. Ellas desean profundamente que alguien se los corrobore, ellas quieren saber, quieren estar seguras de que su niño es índigo.
Por alguna razón, tal vez orgullo de madre, queremos que nuestro niño sea el mejor de la clase, él más obediente, el más divino y en sus reuniones ellas hablan constantemente de las habilidades, de quien dijo mamá o caminó primero. Es un orgullo instintivo que prevalece de querer que nuestros hijos sean lo mejor. Así que ahora la conversación gira en comentar si su niño es o no es índigo. Deja entrever la eterna comparación, que se transmite de generación en generación, de querer ver reflejados en nuestros hijos lo que nosotros no llegamos a ser a o a hacer.
Por otra parte, algunas madres muestran una gran preocupación porque sienten que no están preparadas para sobrellevarlos y porque no encuentran qué hacer con estas criaturas que se salen de lo normal conocido.
¿Y qué pasa si mi hijo es índigo? ¿Y qué pasa sino lo es? Y yo te pregunto: ¿y qué pasa si tienes un hijo blanco y otro acaramelado? ¿O uno es más alto que el otro? Esa es la diversidad de la Viña del Señor.
A partir de una cierta edad y dentro de pocos años todos los niños del planeta van a actuar como si, todos asumirán su rol dentro de las generaciones de relevo que habrán de construir una nueva Edad de Oro y traerán el Cielo a la Tierra. Será un efecto más de la masa critica, será suficiente que un cierto número de niños presenten características súper-especiales, para que en breve todos los niños se equiparen. Les sucederá como a la mayoría de los niños que cuando presentan marcadas diferencias en el aprendizaje, en edades tempranas, logran equiparar sus destrezas y habilidades con muy leves diferencias.
Lo más importante es que todos los niños merecen ser tratados como tales, con respeto y dignidad y en su justo valor, permitirles que resalten sus aptitudes, desarrollen su vocación y dejarlos Ser. Tendemos a castigarlo si no hacen o no actúan como nosotros queremos.
Un Niño índigo nunca va a actuar como tú solías hacerlo cuando niño, la rigidez de la autoridad no funciona. Sólo hay una manera de interactuar con los niños y es desde y con el Amor.
No importa si son o no índigos, de lo contrario sería menospreciar a una criatura que también es hija de Dios y que tiene un papel importante que desempeñar en el juego de la vida,
Los niños índigo no son una moda. Son una realidad que está obligando a cambiar nuestros sistemas de creencias y los esquemas de esta sociedad.
Que su hijo no se sienta marginado, regalado por ese eterno juicio y comparaciones con que solemos vivir.
En cuanto las madres conocen acerca de los niños índigo, ellas hacen una evaluación entre la conducta de sus niños y la que se describe como perteneciente a los niños índigo, les surge la duda de sí realmente su hijo lo es. Ellas desean profundamente que alguien se los corrobore, ellas quieren saber, quieren estar seguras de que su niño es índigo.
Por alguna razón, tal vez orgullo de madre, queremos que nuestro niño sea el mejor de la clase, él más obediente, el más divino y en sus reuniones ellas hablan constantemente de las habilidades, de quien dijo mamá o caminó primero. Es un orgullo instintivo que prevalece de querer que nuestros hijos sean lo mejor. Así que ahora la conversación gira en comentar si su niño es o no es índigo. Deja entrever la eterna comparación, que se transmite de generación en generación, de querer ver reflejados en nuestros hijos lo que nosotros no llegamos a ser a o a hacer.
Por otra parte, algunas madres muestran una gran preocupación porque sienten que no están preparadas para sobrellevarlos y porque no encuentran qué hacer con estas criaturas que se salen de lo normal conocido.
¿Y qué pasa si mi hijo es índigo? ¿Y qué pasa sino lo es? Y yo te pregunto: ¿y qué pasa si tienes un hijo blanco y otro acaramelado? ¿O uno es más alto que el otro? Esa es la diversidad de la Viña del Señor.
A partir de una cierta edad y dentro de pocos años todos los niños del planeta van a actuar como si, todos asumirán su rol dentro de las generaciones de relevo que habrán de construir una nueva Edad de Oro y traerán el Cielo a la Tierra. Será un efecto más de la masa critica, será suficiente que un cierto número de niños presenten características súper-especiales, para que en breve todos los niños se equiparen. Les sucederá como a la mayoría de los niños que cuando presentan marcadas diferencias en el aprendizaje, en edades tempranas, logran equiparar sus destrezas y habilidades con muy leves diferencias.
Lo más importante es que todos los niños merecen ser tratados como tales, con respeto y dignidad y en su justo valor, permitirles que resalten sus aptitudes, desarrollen su vocación y dejarlos Ser. Tendemos a castigarlo si no hacen o no actúan como nosotros queremos.
Un Niño índigo nunca va a actuar como tú solías hacerlo cuando niño, la rigidez de la autoridad no funciona. Sólo hay una manera de interactuar con los niños y es desde y con el Amor.
No importa si son o no índigos, de lo contrario sería menospreciar a una criatura que también es hija de Dios y que tiene un papel importante que desempeñar en el juego de la vida,
Los niños índigo no son una moda. Son una realidad que está obligando a cambiar nuestros sistemas de creencias y los esquemas de esta sociedad.
Que su hijo no se sienta marginado, regalado por ese eterno juicio y comparaciones con que solemos vivir.
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